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sábado, 25 de diciembre de 2010

Cine para un día de paz espiritual (eso dicen)

Hoy es 25 de diciembre, fun, fun, fun (aunque lo pueda parecer, no es una canción de los Beach Boys). Personalmente, voy a celebrar la fecha haciendo absolutamente nada. O sea, que voy a dedicarme a perder el tiempo haciendo cosas sin relevancia, de esas con las que todos disfrutamos.

Una de ellas podría ser volver a ver una película. Y sí, digo "volver", porque algunos somos de releer libros, reescuchar discos, y, en efecto, "revisionar" (vaya palabreja) las películas que por una u otra razón te cuentan una nueva historia cada vez que le das al 'play'. Y me viene a la memoria cierta cinta de Kubrick, al hilo de una foto que hice hace dos semanas en un lugar que, pese a estar en un pueblo de la costa asturiana, tiene un aire parecido al psicotrónico y surrealista bar con el que empieza esa peli. Juzguen ustedes mismos:



Decidido: después del ágape familiar, se apagarán las luces, saldrá en pantalla el escudo de la Warner Bros, y con la melodía de Walter/Wendy Carlos se oirá una voz atiplada diciendo: "Ahí estaba yo. Es decir, Álex. Y mis tres drugos, o sea, Pete, Georgie y Dim. Nos encontrábamos en el Milk Bar Korova, exprimiéndonos las rasuderas para ver en qué ocupar la noche...".

(Prometo volver sobre esta película y soltar un discurso con muchas barbaridades bien dichas. Palabra).

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"El mayor tesoro de un hombre es tener mucho tiempo para poder perderlo"

(Jaume Sisa)

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