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miércoles, 5 de enero de 2011

Cantábrico de emociones

Tomo prestado el título de un disco de Nacho Laguna para titular este post. Este es el mar del norte. El Cantábrico. De cara al mar, dicen, las dudas se disipan y uno ve en la inmensidad del agua las propias profundidades de uno mismo, como la sentía Friedrich en aquel cuadro del hombre en un risco ante la niebla. Ignoro las razones, pero estar frente a esta mancha de agua me ha reconciliado temporalmente con algo que no sabría definir. O sea, que la paz interior existe, si sabemos dónde encontrarla. Probad a estar en silencio en un lugar como el de esta imagen. Luego, poco a poco, podréis entrar en el ruido de la vida diaria un poco más sosegados.
Y dejemos las tonterías de T. Lobsang Rampa (uno de tantos estafadores pseudoespirituales que han hecho caja de incautos ansiosos) para crédulos con estrés y pocos principios. No hay que buscar lo grande en el Tibet o en el lago Titicaca. La verdad está mucho más cerca. Dentro de nosotros, mismamente. Lo demás son tonterías para borregos en busca de gurús sin escrúpulos. Avisados quedan los ingenuos, por si hacía falta decírselo a alguien.

El Cantábrico, liso como un plato, desde el mirador del Espíritu Santo (Muros de Nalón) 
(foto: Rafa B)

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"Todo lo que se leía, tragaba, chupaba, admiraba
proclamaba, refutaba, defendía; todo eso no eran sino fantasmas odiosos,
falsificaciones y mascaradas. Hasta los traidores eran falsos".
(Louis Ferdinand Céline)

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