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- David, esto es como preguntarle a un ludópata por qué dilapida su dinero y su salud en las tragaperras, pero en fin, allá va: ¿qué te hizo ponerte manos a la obra y escribir este libro?
- Con la introducción a la pregunta prácticamente lo has dicho todo… En mi vida, a menudo me he encontrado embarcado en proyectos que me reportaban mucha satisfacción personal, pero que, desde un punto de vista pragmático, han hecho que más de un vecino me mirase como a un completo alien. ¿Nunca has tenido un día de crisis en que te hayas preguntado: “¿por qué necesito complicarme la vida escribiendo un libro?” Al final, te das cuenta de que no hay una buena respuesta a esta pregunta, ni en un sentido positivo ni en uno negativo, pero ves que es algo que necesitas hacer. En fin, “Navia Caótica” surgió porque quise recuperar una época y salvarla del olvido. Inicialmente pretendía que fuese un fanzine. Qué ingenuo: a los pocos meses las cosas se me fueron de las manos. Y me alegro.
- Cuéntame un poco el germen musical de esa Navia caótica.
- Fue un grupo de amigos inspirados por el grupo hardcore Xplosiv Joint, y toda la subcultura que ellos trajeron activa y pasivamente. Gracias a ellos aprendimos los mecanismos del do it yourself (hazlo tú mismo), y el “know how” para grabar una maqueta, organizar un concierto o publicar en formatos semi-profesionales. Comenzaron a aparecer bandas en un sitio donde tener un grupo de rock era lo más remotamente cool que podías hacer con tu status social. Una vez que se perdió el miedo al “qué dirán”, a las burlas de quien no comprendía que montar una banda de rock no equivalía a querer salir en la radio o la TV, comenzaron a aparecer aún más grupos. Y como todos éramos amigos, formábamos una especie de cooperativa, prestándonos mutuo apoyo, sin competencias ni cucañerías de esas que a veces se ven por ahí… El underground era para nosotros un orgullo especial, dado que entonces todo era más trabajoso.
- Corrígeme si me equivoco ¿el concepto de ese ‘caos naviego’ existía desde principios de los 90?
- En realidad, “Navia Caótica” era la expresión con que las bandas hardcore punk se referían a Navia, hay carteles de conciertos con eso. Con tantos grupos, tanto intercambio de miembros, tantos proyectos paralelos, y algunas personas simultaneando en varios grupos, etc., estábamos seguros de que aquello daba una imagen externa de caos. Había gente que se empeñaba en preguntarnos el por qué de todo… ¡Y a nosotros nos interesaba más el cómo! También porque “caos” es una palabra muy punk.
Anteriormente a esta época, el occidente era caótico, en el sentido de primigenio, aunque de ahí salieron bandas que plastificaron sus temas en los 80 y 90, épocas muy complicadas para estos menesteres, y más en Asturias, y más aún en el occidente. Fue el caso de Dóberman, Pirámide, Sin Nombre y BH Rockabillyblues. Dada la situación geográfica del occidente, muchas de estas bandas se sentían en tierra de nadie, demasiado alejados de la capital.
Nada es lo que parece, y él es bastante más punk que los de la crestita, los discos de Mago de Öz, las camisetas llenas de mierda y demás carcundia-rock que ya se imaginan
(foto: Isabel Gómez)
- Leyendo este libro me ha ocurrido algo extraño: aborrezco la época que abarca y, sin embargo, me veo inmerso hasta las cachas en ella y, al final de la lectura llego a pensar que aunque todos éramos bastante descerebrados, los musiqueros de los años 90 estábamos ENAMORADOS de lo que hacíamos. Hasta el punto de que abrazábamos con furia causas difícilmente defendibles y que a menudo caían en el fundamentalismo (léase indie, hardcore, straight edge, veganismo, y ya en plan desbarre, ultraizquierdismo y/o neofascismo...). Concluyo este berenjenal con una pregunta hippy: ¿ese amor justifica haber estrellado nuestras ilusiones contra el muro que es la vida real?
- Qué curioso. El otro día se me vinieron a la cabeza los que podrían ser los dos motivos principales del libro, parejos a la música: el tránsito de la adolescencia a la vida adulta, y el hacer algo en la vida además de trabajar como un burro: tener una afición, una pasión, una inquietud. Siempre ha existido cierta curiosidad en el centro de Asturias sobre los motivos por los que desaparecieron todas las bandas netamente hardcore punk de la zona del occidente después de 2001. Y la respuesta es esa, las primeras responsabilidades, el desencanto, el, en muchos casos, pretender madurar dejando las pasiones a un lado, como si fuesen trastos infantiles, lo cual es uno de los peores errores que uno puede cometer. Hay unos cuantos testimonios muy reveladores en el libro sobre ese momento de colisión, cuando compruebas con impotencia que la realidad no se pliega a tus deseos. ¿Enamorados de lo que hacíamos? ¡Claro que sí! ¿Acaso hay otra manera de relacionarse con la música, la literatura, el cine, la fotografía, el deporte o este tipo de pasiones en general? Me gusta la gente con inquietudes, me da igual de qué tipo, incluso aunque no las comparta. Y la única manera de vivirlas es metiéndose en ellas hasta el cuello. Las pasiones son para vivirlas y necesitarlas. Me aterroriza la gente sin inquietudes. La curiosidad es lo que te mantiene joven y vivo.
- ¿Te suelto otro tópico?
- Me alegro de que me hagas esa pregunta.
- Pues ahí va: ¿es válida la ideología punk en 2011? (Nótese que digo ideología, no sonido)
- Evidentemente, el sonido punk no es más que otro estilo musical, como el rock, el pop, el heavy metal o el reggae, y ha sido convenientemente pautado y etiquetado, primero por “músicos” y aficionados y luego por los sellos musicales y las multinacionales. El problema del punk es que viene del rock’n’roll, de un esquema voz-guitarra-bajo-batería que resulta fácilmente vendible y reconocible (pero que nos encanta).
Sin embargo, la ideología punk sigue muy vigente. Observa qué es lo que indigna al movimiento de los indignados. Eso es punk. Después vete a casa y pon las noticias, sumérgete en la desinformación. Concéntrate en ella durante media hora. Después de observar esa especie de magazine de moda, absurdo y terror en que se han convertido los telediarios, dime lo que sientes. Esa desazón, esa rabia, esa sensación de doble indignación, esa sensación de que tu inteligencia está siendo insultada por una estructura violenta y absurda… Eso es la genuina chispa del punk. Los tiempos de crisis (no hablo sólo de los achaques del neoliberalismo, si no de la crisis de toda una civilización) siempre han favorecido al punk, a las personas que se cuestionan la inercia del pensamiento global. Son épocas en las que se revelan más que nunca las injusticias estructurales de nuestra sociedad. Vacaciones en la miseria de los demás, como decían los Sex Pistols. El punk siempre es un primer paso.
Por otra parte, la ética y la forma de hacer las cosas del punk siguen vigentes hoy en día. Una de mis bandas favoritas a nivel nacional son los C-utter de Barcelona. Son una banda punk en cuanto a actitud, aunque no en cuanto a ese sonido rock’n’roll que mencionaba antes. De hecho, son una banda que musicalmente espanta a mucha gente, incluso a los que se dicen amantes de los sonidos más extremos. ¿Por qué? Por que C-utter son ruido (su música no es rock’n’roll, desde luego), son arte (en sus actuaciones incluyen performance, y han llegado a ser acompañados por bailaoras), son mensaje (han dedicado varios discos a concienciar sobre temas que ellas estiman relevantes) y además tienen un código de honor (el propio del underground autogestionado). Sus miembros tienen un sello DIY (Fuck The Bastards) que lo mismo edita a ruidistas, que a cantautores folk, que a grupos crust, que vinilo, cinta o CDr. Y eso, a mi modo de ver, es mucho más interesante que el enésimo disco que hayan publicado Bad Religion, o el último clon de Tragedy que haya aparecido en la escena. Creo que bandas como C-utter merecen más atención.
(Continuará)